Tengo que confesar por cuestiones muy personales que estas cosas me pegan un tremendo pellizco en el alma, pero a su vez llenan de combustible un depósito hábido de fe.
Si hace apenas dos semanas todo el mundo del fútbol en general, el sevillista en particular, clamaba por una aberración de unos sin almas, unos bárbaros sin escrúpulos con la pasividad y la indolencia de un estadio entero, hace unos días tuve oportunidad de leer la historia de un hombre, futbolista de profesión, portero del At de Madrid que me hicieron reflexionar sobre el relativo valor que le damos a las cosas.
Entre tanta barbarie, tanta sin razón, tanta pasividad ante lo grotesco y lo dañino, emerge Gonzalo Blanco, vivo ejemplo de superación y de vida.
Si hace 10 días todos clamábamos por lo sucedido a Orillas del Manzanares, hoy yo le quiero rendir mi pequeño homenaje a este gran ser humano que se aferra a la vida y riega de esperanza el mismo escenario que unos descerebrados pretendieron sembrar de odio y podredumbre.
Creo que sobra más comentarios al respecto, os transcribo la historia que el diario Marca publicó a doble página en su edición impresa el pasado sábado sobre este chaval al que LA VIDA le debe una segunda oportunidad y que ojalá acabe agarrándola para no soltarla nunca más.
De entre la barbarie, la vida.
DAVID G. MEDINA.
Gonzalo Blanco Contreras podría ser un canterano, uno de muchos, que lucha en los campos del Cerro del Espino por hacerse un hueco en el Atlético. Pero no lo es. Su historia cambió hace casi dos años, el 3 de diciembre 2009, cuando se desvaneció sobre el terreno de juego tras recibir un pelotazo en un entrenamiento. Las pruebas posteriores dictaminaron que sufría un tumor cerebral que no sólo hacía peligrar su carrera como futbolista, sino que también ponía en peligro su vida.
Aquel frío día, tras recibir el duro pelotazo, pasó por las manos de los doctores del club. Cinco minutos en observación en la camilla y vuelta al césped para seguir trabajando con sus compañeros. El médico le dijo que no se preocupara. El dolor acabaría pasando. Pero algo no iba bien.
"Cuando llegué a casa le comenté a mi madre que me dolía mucho la cabeza, que era insoportable. Esperamos a mi padre y fuimos a urgencias. De ahí no salí en meses. Cuatro concretamente. Me detectaron un tumor en la cabeza. Durante los siguientes 15 días me siguieron realizando pruebas. Había que saber si era malo o bueno.
Las noticias no podían ser peores: no sólo era malo, es que tenía otro tumor alojado en mi cabeza".
Las noticias no podían ser peores: no sólo era malo, es que tenía otro tumor alojado en mi cabeza".
Uno pudo ser extirpado con una operación. El otro, no. Era inoperable. Entraban en juego la quimioterapia y la radioterapia. La pérdida de pelo y todo lo que ello supone de desgaste para el organismo. Ni ser joven ni ser deportista te libra de unas secuelas terribles.
Pero Gonzalo tenía claro que ese partido lo iba a ganar. Ni pasar una semana ingresado en la UCI -Unidad de Cuidados Intensivos- iba a poder con él. Y qué mejor que su ilusión por ser futbolista para dar un puntapié a los tumores: "El fútbol y las ganas de ser portero han sido fundamentales para superar la enfermedad. Creo que sin esa ambición habría tardado mucho más tiempo en superar los tumores, me habría costado muchísimo más.
"Mi meta me ha ayudado", confiesa el portero.
Perdió la movilidad
Antes de volver a sentirse portero, había que superar otras pruebas. Más duras todavía que llegar a la élite con la que soñaba desde muy joven: "En las operaciones me tocaron la parte derecha del cuerpo. No podía mover ningún músculo de esa zona, y por eso ahora hago ejercicios para recuperar la movilidad total. Antes de plantearme cualquier opción de jugar, tengo que estar perfecto. Cada día me encuentro mejor. Ayer ya hice ejercicios con los que no habría soñado hace meses".
Durante esos meses -pasó ocho ingresado en hospitales- ha luchado contra la enfermedad y contra la debilidad que provoca. No podía conducir, apenas podía andar y mantener el equilibrio. Su vida deportiva, en la que estaba señalado como uno de los grandes porteros de la cantera, quedaba en un segundo plano. Tocaba afrontar el partido más importante de su carrera, ganar la lucha a la vida. Poder defenderse solo, sin ayuda de sus familiares, era un paso de gigante para Gonzalo en esos complicados momentos.
Y parece que esa batalla la ha ganado. Ayer se ejercitó junto a sus ídolos en uno de los campos del Cerro del Espino. En el mismo césped que el Atlético B -con Milinko Pantic al timón-, Gonzalo se entrenó junto a Sergio, fisioterapeuta del filial rojiblanco.
El primer equipo, mientras, se entrenaba en el terreno de juego que hay al lado. Sólo una valla separaba al joven guardameta de los que son sus ídolos. Hacía tiempo que no estaba tan cerca del primer equipo, con el que llegó a ejercitarse en la época en la que Quique Sánchez Flores gobernaba la nave rojiblanca. "Sí, recuerdo aquel entrenamiento. Quique me subió y compartí el entrenamiento con Asenjo y De Gea. Emilio Álvarez era el preparador de porteros", rememora un Gonzalo al que se le escapa un suspiro cuando recuerda aquella época en la que estaba señalado como uno de los porteros del futuro rojiblanco.
Quique le dio la oportunidad, pero no fue el primero. Javier Aguirre llamó al meta para ejercitarse con la primera plantilla. Apenas tenía 16 años y compartió espacio junto a porteros consagrados, como Leo Franco.
Gonzalo cuenta ahora con 20 años -nació el 16 de febrero de 1991- y tiene todo su futuro por escribir. Apenas ha gastado unas cuartillas en las que ha dejado claro que no será fácil de derrotar.
El meta ingresó en las categorías inferiores del Atlético siendo unrenacuajo de apenas siete años. Era 1998. Desde entonces ha compartido equipo siempre con Koke, que ahora milita en la primera plantilla. El medio se acercó ayer a saludar a Gonzalo cuando se retiraba al gimnasio. Son amigos. Como lo es también de Pulido y Joel, otros dos canteranos que han llegado donde nuestro protagonista sueña con arribar algún día. De momento, ha regateado dos tumores cerebrales malignos. La primera victoria es suya.
Y es que su vitalidad lo contagia todo. Gonzalo da gracias a la vida por haber superado el derechazo que le mandó el destino. Un balonazo le sirvió para descubrir una enfermedad que no ha podido con él. El sueño de ser portero le ha llevado a volver a ponerse los guantes en un tiempo récord. Como diría Frank Capra, ¡qué bello es vivir!
Esto reafirma mis reflexiones de estos pasados dias y que he reflejado en el post de hoy, si la vida son tres días y dos de ellos están nublados para uno que hay bueno hay que aprovecharlo.
ResponderEliminarPrecioso post y grandísima la lección que nos ha dado este chaval.
Un abrazo
Una historia real entrañable que nos hace reflexionar...
ResponderEliminarNo hay nada más cierto, hay que disfrutar de los buenos momentos que los malos vienen solo.
Un abrazo.
puffffff¡¡acojonante!.. y nosotros nos cabrearemos si no le ganamos el domingo al Sporting...
ResponderEliminarSi es que a veces somos ridículos
Tremendo.
ResponderEliminarPero ejemplos como este no hacen más que reafirmar que los que cantaron aquello son unos salvajes. Porque si este chico no fuera jugador del Atlético de Madrid, sino de cualquier otro club, también encontrarían una cancioncita para él.
Las personas son personas, da igual donde estén o qué círculo o estamento pertenezcan.
Ojalá todos seamos capaces de aprender de chicos como este.
Un abrazo
Tremendo.
ResponderEliminarPara despertar conciencias dormidas.
Un abrazo
Querido Gentleman,
ResponderEliminarVaya historia!
Gracias por hacermela llegar!
Totalmente de acuerdo con Ravesen...
Saludos a todos.